El término constructivismo proviene del vocablo latino construere, el cual significa interpretar o analizar (Mahoney, 1991). El mencionado término construere comunica la noción de que la persona es singularmente activa en la creación y construcción de significados y significantes que interpretan y dan sentido a su realidad (Mahoney y Lyddon, 1988).
Los seres humanos somos creadores de significados y el individuo entiende la realidad partiendo de cómo organiza los significados cognitivamente, los cuales sirven de filtro y contribuyen a darle forma y significado a esa realidad para el individuo, entonces tenemos que el individuo construye la realidad en la medida que interactúa con el mundo.
Por un lado, el socio-constructivismo sostiene que todo conocimiento se encuentra inmerso en el contexto social y el mismo se encuentra enraizado en el tiempo, lugar e historia. Por lo tanto, no existen verdades eternas. Además, la misma objetividad construida por convención no es posible. Por ejemplo, las identidades sociales convencionales como género, edad, raza, religión, clase y preferencia sexual restringen a los individuos para conocer mas allá de los límites predeterminados por tales identidades sociales (Brookfield, 1987; MacAuliffe y Eriksen, 2000; Chickering y Reisser, 1993; Sexton y Griffin, 1997).
Basados en teóricos como Piaget (1971), Perry (1994) y otros, estas perspectivas de tipo desarrollista sostienen la existencia de varios estados o estructuras que evolucionan en el individuo, y mediante las cuales las personas son capaces de crear el conocimiento. Tales estructuras se desarrollan a diferentes tiempos y velocidades, y las mismas tienen puntos de inicio y término. En consecuencia, las personas difieren en su capacidad constructivista lo que las hace únicas y diferenciadas como conocedoras, creadoras y aprendices.
La perspectiva constructivista sostiene la primacía del ser humano como sujeto autónomo en la creación de su realidad; en contraposición a ser objeto, sobre el cual se actúa desde afuera para crear la realidad de ese sujeto. La perspectiva constructivista objeta las creencias de que (a) el conocimiento es sólo el territorio de pocas personas y (b) en las ciencias sociales, la perfección de los métodos conducirá necesariamente a alcanzar la verdad objetiva (MacAuliffe y Eriksen, 2000). De acuerdo con Burbules y Rice (1991), la educación inspirada en la perspectiva constructivista se caracteriza por tres principios: a) negación de lo absoluto, b) saturación de todo discurso social de poder y dominación, y c) reconocimiento y promoción de las diferencias individuales. La búsqueda de universalidad aplicable a todos los individuos, los grupos y circunstancias por igual, se constituye en una limitante para las posibilidades del ser humano. Cualquier esquema asumido como bueno, válido, correcto o verdadero sugiere una hegemonía de un orden político, social o cultural. De acuerdo con este principio, es importante la tarea de de-construir tales esquemas.
Antes de continuar acerquémonos un poco mas a la definición del vocablo. El Constructivismo designa tendencias filosóficas en las que la noción de construcción tiene un papel central. En Kant se descubre una tendencia constructivista en la medida en que para él el material de la experiencia sensible se constituye (construye) mediante formas a priori de la sensibilidad y conceptos puros del entendimiento. De otro lado en la matemática se habla de constructivismo en un sentido opuesto a logicismo, frente a lo cual sostiene que una entidad matemática sólo existe en tanto pueda ser demostrada su existencia, esto es, en tanto exista una regla o técnica para su construcción. También es una tendencia estética iniciada en Rusia en 1913, que ejerció una considerable influencia en el arte europeo.[1] Fue fundado por el escultor y pintor Ruso Vladímir Tatlin y el nombre hace referencia a la construcción de esculturas abstractas partiendo de una gran variedad de materiales industriales, como metal, alambre y trozos de plástico. Las primeras obras representativas de este movimiento son las construcciones en relieve de Tatlin fechadas entre 1913 y 1917. En 1920 ya se le habían sumado los artistas Alexandr Rodchenko, El Lissitzky, Naum Gabo y Antón Pevsner, entre otros. En 1920 Gabo y Pevsner publicaron en Moscú el Manifiesto realista, donde se exponen los principios teóricos del nuevo estilo.
Aunque el movimiento se dividió en diferentes corrientes en la década de 1920, en general el constructivismo defendió los ideales del utilitarismo, el funcionalismo y la abstracción. El utilitarismo, actitud frente al arte que dominaba en la recién constituida Unión Soviética (URSS), sostenía que el arte debía ser fácil de comprender y tener una utilidad social. Tatlin fusionó su dogma constructivista con el del nuevo Estado comunista, convirtiéndose en un diseñador poderoso e influyente dentro del nuevo orden estético.
El constructivismo ejerció una gran influencia sobre la escultura, arquitectura y, especialmente, el diseño industrial del siglo XX y su defensa de los materiales modernos y de las líneas puras sirvió para reforzar la naciente estética del funcionalismo.[2] En Arquitectura, este movimiento atribuye especial significado a la manifestación de los aspectos constructivos de la forma artística y de los recursos materiales que se utilizan para crearla. Esa tendencia ha derivado en otras como el funcionalismo, el racionalismo, etc. Los principales arquitectos que representan al constructivismo son: Le Corbusier, Walter Gropius, Eric Mendelsohn, Bruno Taut y Frank Lloyd Wright.[3]
El término Bauhaus, que significa en alemán "Casa de la construcción", fue utilizado para denominar la escuela de diseño, arte y arquitectura fundada en 1919 por Walter Gropius en Weimar (Alemania) y clausurada por las autoridades prusianas (en manos del partido nazi) en el año 1933. Este movimiento nació con la aspiración de integrar el arte, la artesanía y la tecnología comprendiendo que la producción en masa tenía que ser la precondición para un diseño exitoso en la era de las máquinas.[4]
La Bauhaus sentó las bases normativas y patrones de lo que hoy conocemos como diseño industrial y gráfico; puede decirse que antes de la existencia de la bauhaus estas dos profesiones no existían como tal y fueron concebidos dentro de esta escuela. Sin duda la escuela estableció los fundamentos académicos sobre los cuales se basaría en gran media una de las tendencias más predominantes de la nueva arquitectura moderna, incorporando una nueva estética que abarcaría todos los ámbitos de la vida cotidiana: “desde la silla en la que usted se sienta hasta la página que está leyendo” (Von Eckardt).[5]
Por consiguiente es importante tener en cuenta que con ésta palabra estamos definiendo varios lugares de interés en diferentes ramas del conocimiento humano. Con el nombre de constructivismo se denominan corrientes surgidas tanto en el arte como la filosofía, la psicología, la pedagogía y las ciencias sociales en general.
En arte – como ya se dijo- se denomina constructivismo a un movimiento artístico de origen ruso.
En filosofía se denomina constructivismo a una corriente de pensamiento surgida hacia 1980, de la mano de investigadores de disciplinas muy diversas (psiquiatras, físicos, matemáticos, biólogos, etc.). Para el pensamiento constructivista, la realidad es una construcción hasta cierto punto "inventada" por quién la observa.
En pedagogía el constructivismo es una corriente de la didáctica que para sus postulados didácticos supone una teoría del conocimiento constructivista.[6]
En el campo de la filosofía constructivista su portavoz en el ámbito alemán es el científico austríaco Paul Watzlawick (nacido en 1921 y emigrado a California), con el libro La realidad inventada, publicado en 1981, donde reúne diez ensayos de diferentes autores en torno al llamado pensamiento constructivista. Sus correligionarios Heinz von Förster y Ernst von Glaserfeld también son austriacos y trabajan en Estados Unidos. Otros autores importantes son Humberto Maturana y Francisco Varela. Para el pensamiento constructivista, la realidad es una construcción hasta cierto punto "inventada" por quién la observa. Una de las críticas más comunes al constructivismo radical es su proximidad aparente con el solipsismo.
El constructivismo afirma que nunca se podrá llegar a conocer la realidad como lo que es ya que, al enfrentarse al objeto de conocimiento, no se hace sino ordenar los datos que el objeto ofrece en el marco teórico del que se dispone. Así, por ejemplo, para el constructivismo la ciencia no ofrece una descripción exacta de cómo son las cosas, sino solamente una aproximación a la verdad, que sirve mientras no se disponga de una explicación más válida. Tomando un ejemplo de Ernst von Glaserfeld, el camino escogido por la ciencia al tratar de la realidad es como el de una llave que se ajusta a la cerradura, aunque se ignora cómo está hecha la cerradura. Por el momento, la llave de que se dispone sirve al propósito de quién la utiliza, a pesar que ignore el fondo del asunto.
La orientación fundamental de los constructivistas parte de Kant cuándo distingue entre el fenómeno y el noúmeno o cosa en sí (El noúmeno es una palabra de origen Griego que en la filosofía Kantiana designa las cosas en sí, inaccesibles a la experiencia posible). Kant afirmó que la realidad no se encuentra "fuera" de quién la observa, sino que en cierto modo ha sido "construida" por su aparato cognoscitivo.
Otros precedentes del pensamiento constructivista son René Descartes (siglo XVII) con su "pienso luego existo" o "pienso luego soy", David Hume (siglo XVIII) y, sobre todo, George Berkeley (siglo XVII), cuyo "ser consiste en ser percibido" entra de lleno en este contexto.
Existe también un constructivismo en matemáticas, fruto de la reflexión sobre su naturaleza (el holandés L. E. J. Brouwer), o sobre la asimilabilidad del lenguaje matemático (Michael Dummett, en el ámbito de la filosofía analítica británica).[7]
En pedagogía se denomina constructivismo a una corriente que afirma que el conocimiento de todas las cosas es un proceso mental del individuo, que se desarrolla de manera interna conforme el individuo obtiene información e interactúa con su entorno.
Considera que la simple apreciación y memorización de símbolos, así como las relaciones lógicas entre ellos, no es realmente conocimiento. El constructivismo considera que el verdadero conocimiento de las cosas es la estructura mental individual generada de la interacción con el medio.
El constructivismo se basa en el principio de que la apreciación de la realidad es completamente diferente para dos individuos diferentes, aún cuando las condiciones de aprendizaje sean parecidas, debido a que no es posible crear condiciones perfectamente iguales en la mente de dos individuos diferentes. Las corrientes constructivistas marcaron una nueva concepción individual del mundo y le dieron fuerza a la individualidad humana. Desafortunadamente el constructivismo se convirtió en muchos casos en un argumento común para la justificación de la marginación sociocultural y económica de los pueblos. Este pseudoconstructivismo se opone a una apreciación universal de la verdad de las cosas considerando que cualquier apreciación individual es realmente conocimiento aún cuando el individuo no posea los recursos necesarios para apreciar la complejidad de su entorno.
En América Latina la corriente constructivista fue interpretada como abandono total de la influencia moral del docente sobre el alumno, considerando que dicha influencia privaba al alumno de una apreciación individual de la realidad. Como resultado, los sistemas educativos de estos países se encontraron con aulas vacías y millones de individuos incapaces de incorporarse a la actividad productiva al carecer de una estructura de referencia de su apreciación de la realidad. El constructivismo por el contrario requiere de un cuidadoso proceso de planeamiento y de mediciones de la actividad intelectual del alumno (microenseñanza) y de un conjunto de herramientas de enseñanza-aprendizaje bien definidas y sistematizadas (neurolinguística) así como de una sólida formación moral de los orientadores que servirá como estructura básica.
El principio de la educación constructivista debe basarse en el hecho de que es imposible el conocimiento constructivo puro. La pretensión de que es posible lograr un ambiente de educación o conocimiento estrictamente constructivista se puede definir como Pseudoconstructivismo o quizá Primitivismo, ya que pretende que los individuos construyan su conocimiento desde elementos primarios o nulos. La experiencia ha demostrado que en un estado de completo aislamiento y carente de una estructura social y moral mínima, el intelecto humano se destruye y corrompe reduciéndose a un estado similar al de los animales o de las organizaciones humanas primitivas.[8]
Un teórico sobresaliente de la Escuela de Palo Alto, California, encuadrado dentro del constructivismo sistémico, con una orientación analítica definida a través de los procesos psicológicos de la comunicación es Paul Watzlawick quién nació en Villach, Austria, en 1921. Estudió filosofía y lenguas modernas en la Universidad de Venecia y, posteriormente, hizo sus prácticas de psicoterapia en el Carl Jung-Institut de Zurich, Suiza. Entre 1957 y 1960 ejerció como docente en la Universidad de San Salvador, antes de integrarse en el Mental Research Institute de Palo Alto, California. En su libro Pragmatics of Human Communication, publicado con Janet Beavin Bavelas y Donald D. Jackson, se establecen los cinco axiomas básicos del proceso de interacción humana.[9]
Según Watzlawick, existen 5 axiomas en su teoría de la comunicación entre dos individuos. Si uno de estos, por alguna razón, no funciona, la comunicación puede fracasar:
Es imposible no comunicarse: Todo comportamiento es una forma de comunicación. Como no existe forma contraria al comportamiento ("no-comportamiento" o "anti-comportamiento"), tampoco existe "no-comunicación".
Toda comunicación tiene un nivel de contenido y un nivel de relación, de tal manera que el último clasifica al primero, y es, por tanto, una metacomunicación: Esto significa que toda comunicación tiene, además del significado de las palabras, más información sobre cómo el que habla quiere ser entendido y que le entiendan, así como, cómo la persona receptora va a entender el mensaje; y cómo el primero ve su relación con el receptor de la información.
La naturaleza de una relación depende de la puntuación de las secuencias comunicacionales entre las personas comunicantes: tanto el emisor como el receptor de la comunicación, estructuran el flujo de la comunicación de diferente forma y, así, interpretan su propio comportamiento y del otro, dependiendo de las marcas de puntuación que establezcan. La comunicación humana no puede ser resuelta en un plano causa-efecto, sino que es un proceso cíclico.
La comunicación humana implica dos modalidades: la digital y la analógica: La comunicación no implica simplemente las palabras habladas (comunicación digital: lo que se dice); también es importante la comunicación no verbal (o comunicación analógica: cómo se dice).
Los intercambios comunicacionales pueden ser tanto simétricos como complementarios: dependiendo de si la relación de las personas comunicantes está basada en intercambios igualitarios, es decir, tienden a igualar su conducta recíproca; o si está basada en intercambios aditivos, es decir, donde uno y otro se complementan, produciendo un acoplamiento recíproco de la relación.[10]
¿Cuándo los psicólogos emplean el término "constructivismo" en su sentido más general, qué quieren decir con esto? En su análisis histórico de la naturaleza cambiante del saber, Thomas L. Sexton (1997) divide la historia humana en tres eras distintas: premoderna, moderna, y postmoderna. Cada uno de estos períodos hizo énfasis en una particular perspectiva ontológica que moldeó la manera en que las personas trataron con los sucesos, problemas, y soluciones de su época. La era premoderna (del siglo sexto A.C. hasta la Edad media) dio énfasis al dualismo, el idealismo, y el racionalismo. La fe y la religión jugaron un papel central, y los esfuerzos eficaces del cambio “fueron la oración, la fe, el pensamiento, y/o racionamiento” (Sexton, 1997, pág. 5). Por comparación, la era moderna (aproximadamente desde el Renacimiento hasta finales del siglo XIX, aunque el pensamiento moderno domina todavía mucho del discurso actual) enfatizó en el empirismo, el positivismo lógico, la metodología científica, la identificación de verdades objetivas y validas.
Una consecuencia de la era moderna fue la de solidificar el conocimiento científico y profesional como la fuente legítima para comprender el mundo. A través del proceso lógico de la ciencia pudimos descubrir eso que era verdad...,…. se asumió el conocimiento científico como un espejo que reflejaba la imagen de la realidad objetiva. (Sexton, 1997, pág. 7)
Sexton (1997) denomina a la tercera (presente) era como postmodernista/constructivista y la describe para acentuar la creación, en lugar del descubrimiento de realidades personales y sociales. La era postmoderna/constructivista resalta a la viabilidad, como opuesto a la validez de demandas de conocimiento. También presta especial atención a los asuntos epistemológicos. Investigadores y teóricos se ven involucrados en el “cómo las personas saben”, así como en el “qué saben ellos”. Comparado con el modernismo (en donde la verdad, independiente del prejuicio subjetivo, se revela al científico como neutral), el postmodernismo/constructivismo resalta la participación humana en la construcción del conocimiento.
La perspectiva del observador y el objeto de observación son inseparables; la naturaleza del significado es relativa; los fenómenos se contextualizan; y el proceso de conocimiento y entendimiento es social, inductivo, hermenéutico, y cualitativo. (Sexton, 1997, pág. 8)
Porque el constructivismo se enfoca en las maneras en que las personas y las sociedades crean (en lugar de descubrir) las construcciones de la realidad, sus seguidores exhiben a menudo grados variantes de escepticismo sobre si las personas tienen acceso directo y exacto a un mundo externo. En otras palabras, los constructivistas ven la realidad como noumenal - es decir, queda más allá del alcance de nuestras teorías más ambiciosas, sean personales o científicas, negando para siempre a los seres humanos la seguridad de justificar sus creencias, fe, e ideologías por el recurso simple a las "objetivas circunstancias" más allá de nosotros. (Neimeyer, 1995, pág. 3)
Así, todas las psicologías constructivistas comparten la creencia de que ninguna de las muchas maneras de entender que hemos desarrollado proporcionan la verdad del Ojo de Dios (es decir, completamente objetiva) sobre la visión del mundo. Sin embargo, los constructivistas discrepan a menudo entre ellos mismos sobre las implicaciones de esta posición, particularmente con respecto a la naturaleza de la realidad, el origen del saber construido, y la mejor manera de dirigir la investigación psicológica.[11]
En las últimas décadas un amplio movimiento constructivista sostiene que las diferencias entre los sexos no son innatas, sino más bien construidas cultural e históricamente, e impuestas por el sistema educativo que perpetúa en el tiempo los roles de género. El constructivismo se opone frontalmente al esencialismo y persigue su refutación, argumentando que la propia noción de esencia es una construcción histórica y que la diversidad funcional asignada histórica y culturalmente a varones y mujeres no encuentra justificación en su complementariedad reproductiva.
El sometimiento de la mujer al varón como espejo en el que éste se mira y como imagen que pugna por atraer la mirada del varón, muestra la profunda e injusta desigualdad que atraviesa nuestra cultura. En contraste, el paulatino reconocimiento de la igualdad fundamental de ambos sexos en la común dignidad de seres humanos da razón del masivo acceso de las mujeres a la educación media y superior en las últimas décadas y de la progresiva eliminación de la antigua diversidad funcional.
Teoría Cyborg
Los 90s trajeron el comienzo de la era cyborg y Donna Haraway (1944) es una pensadora constante de la cibercultura de la cual somos espectadores y actores.
En “Un Manifiesto Cyborg”, Haraway usa la metáfora del cyborg para ofrecer una estrategia política para los intereses aparentemente disparatados del socialismo y el feminismo. Primeramente, introduce y define al “cyborg” en cuatro partes. Un cyborg es:
Organismo cibernético
Híbrido de máquina y organismo
Criatura de realidad social vivida
Criatura de ficción
En este ensayo, Haraway también trata un par de formas de feminismo populares durante los 80s. Como feminista postmoderna, argumenta acerca en contra del esencialismo - que es “cualquier teoría que declare identificar una causa o constitución de identidad de género o patriarcado universal, transhistórica y necesaria” (Epistemología Feminista, 2006). Tales teorías, argumenta Haraway, excluyen a las mujeres que no se conforman a la teoría y las segregan de las “mujeres reales” o las representan como inferiores. Otra forma de feminismo que Haraway disputa es “un modelo jurisprudencial de feminismo popularizado por la estudiosa legal y Marxista, Catharine MacKinnon” (Burow-Flak, 2000), que luchó para hacer ilegal la pornografía en los 80s, a la cuál ella consideró una forma de discurso del odio. Haraway argumenta que el feminismo radical de MacKinnon asimila todas las experiencias de las mujeres en una identidad particular que incorpora las ideologías occidentales que contribuyen a la opresión de las mujeres. Escribe: “Es factual y políticamente erróneo asimilar todos los 'momentos' o 'conversaciones' diversos en la política femenina reciente nombrada como feminismo radical a la versión de MacKinnon” (158).
De acuerdo con Haraway en su Manifiesto, "No hay nada acerca de ser hembra que una naturalmente a las mujeres. Ni siquiera existe tal estado como el de 'ser' hembra, que de por sí es una categoría altamente compleja construida en discursos científicos sexuales debatidos y otras prácticas sociales" (155). Un cyborg, por otro lado, no requiere una identidad estable y esencialista, argumenta Haraway, y las mujeres deberían considerar crear coaliciones basadas en "afinidad" en vez de identidad. Para dar base a su argumento, Haraway analiza la frase "mujeres de color", sugiriéndola como una categoría posible de política de afinidades (Senft, 2001). Usando un término acuñado por la teorista Chela Sandoval, Haraway escribe que "la “consciencia oposicional” es comparable con la política de cyborgs, ya que en vez de la identidad enfatiza cómo la afinidad resulta de la otredad, diferencia y especificidad" (156).
La idea es modificar el propio pensamiento de individuos aislados al pensamiento de la gente como vértices en una red. En este sentido, se puede desarrollar un nexo que no tiene nada que ver con ideales occidentales patriarcales. El “mundo cyborg” ideal de Haraway consiste en gente viviendo junta, sin miedo de su nexo comunal con los animales y las máquinas. “La lucha política es ver desde ambas perspectivas al mismo tiempo, ya que cada una revela tanto dominaciones como posibilidades inimaginables desde el otro punto de vista. La visión sencilla produce peores ilusiones que la visión doble o los monstruos de muchas cabezas”[12]
La palabra cyborg se forma a partir de las palabras inglesas Cyber(netics) organism (organismo cibernético) y se utiliza para designar una criatura medio orgánica y medio mecánica, generalmente con la intención de mejorar las capacidades del organismo utilizando tecnología artificial.
El término lo acuñaron Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline en 1960 para referirse a un ser humano mejorado que podría sobrevivir en entornos extraterrestres. Llegaron a esa idea después de pensar sobre la necesidad de una relación más íntima entre los humanos y las máquinas en un momento en que empezaba a trazarse la nueva frontera representada por la exploración del espacio. Diseñador de instrumentación fisiológica y de sistemas de procesamiento de datos, Clynes era el director científico del Laboratorio de simulación dinámica de Rockland State Hospital, en Nueva York.
De acuerdo con algunas definiciones del término, la conexión física y metafísica de la humanidad con la tecnología ya ha empezado a convertirnos en cyborgs. Por ejemplo, una persona a la que se le haya implantado un marcapasos podría considerarse un cyborg, puesto que sería incapaz de sobrevivir sin ese componente mecánico.
Los seres humanos somos creadores de significados y el individuo entiende la realidad partiendo de cómo organiza los significados cognitivamente, los cuales sirven de filtro y contribuyen a darle forma y significado a esa realidad para el individuo, entonces tenemos que el individuo construye la realidad en la medida que interactúa con el mundo.
Por un lado, el socio-constructivismo sostiene que todo conocimiento se encuentra inmerso en el contexto social y el mismo se encuentra enraizado en el tiempo, lugar e historia. Por lo tanto, no existen verdades eternas. Además, la misma objetividad construida por convención no es posible. Por ejemplo, las identidades sociales convencionales como género, edad, raza, religión, clase y preferencia sexual restringen a los individuos para conocer mas allá de los límites predeterminados por tales identidades sociales (Brookfield, 1987; MacAuliffe y Eriksen, 2000; Chickering y Reisser, 1993; Sexton y Griffin, 1997).
Basados en teóricos como Piaget (1971), Perry (1994) y otros, estas perspectivas de tipo desarrollista sostienen la existencia de varios estados o estructuras que evolucionan en el individuo, y mediante las cuales las personas son capaces de crear el conocimiento. Tales estructuras se desarrollan a diferentes tiempos y velocidades, y las mismas tienen puntos de inicio y término. En consecuencia, las personas difieren en su capacidad constructivista lo que las hace únicas y diferenciadas como conocedoras, creadoras y aprendices.
La perspectiva constructivista sostiene la primacía del ser humano como sujeto autónomo en la creación de su realidad; en contraposición a ser objeto, sobre el cual se actúa desde afuera para crear la realidad de ese sujeto. La perspectiva constructivista objeta las creencias de que (a) el conocimiento es sólo el territorio de pocas personas y (b) en las ciencias sociales, la perfección de los métodos conducirá necesariamente a alcanzar la verdad objetiva (MacAuliffe y Eriksen, 2000). De acuerdo con Burbules y Rice (1991), la educación inspirada en la perspectiva constructivista se caracteriza por tres principios: a) negación de lo absoluto, b) saturación de todo discurso social de poder y dominación, y c) reconocimiento y promoción de las diferencias individuales. La búsqueda de universalidad aplicable a todos los individuos, los grupos y circunstancias por igual, se constituye en una limitante para las posibilidades del ser humano. Cualquier esquema asumido como bueno, válido, correcto o verdadero sugiere una hegemonía de un orden político, social o cultural. De acuerdo con este principio, es importante la tarea de de-construir tales esquemas.
Antes de continuar acerquémonos un poco mas a la definición del vocablo. El Constructivismo designa tendencias filosóficas en las que la noción de construcción tiene un papel central. En Kant se descubre una tendencia constructivista en la medida en que para él el material de la experiencia sensible se constituye (construye) mediante formas a priori de la sensibilidad y conceptos puros del entendimiento. De otro lado en la matemática se habla de constructivismo en un sentido opuesto a logicismo, frente a lo cual sostiene que una entidad matemática sólo existe en tanto pueda ser demostrada su existencia, esto es, en tanto exista una regla o técnica para su construcción. También es una tendencia estética iniciada en Rusia en 1913, que ejerció una considerable influencia en el arte europeo.[1] Fue fundado por el escultor y pintor Ruso Vladímir Tatlin y el nombre hace referencia a la construcción de esculturas abstractas partiendo de una gran variedad de materiales industriales, como metal, alambre y trozos de plástico. Las primeras obras representativas de este movimiento son las construcciones en relieve de Tatlin fechadas entre 1913 y 1917. En 1920 ya se le habían sumado los artistas Alexandr Rodchenko, El Lissitzky, Naum Gabo y Antón Pevsner, entre otros. En 1920 Gabo y Pevsner publicaron en Moscú el Manifiesto realista, donde se exponen los principios teóricos del nuevo estilo.
Aunque el movimiento se dividió en diferentes corrientes en la década de 1920, en general el constructivismo defendió los ideales del utilitarismo, el funcionalismo y la abstracción. El utilitarismo, actitud frente al arte que dominaba en la recién constituida Unión Soviética (URSS), sostenía que el arte debía ser fácil de comprender y tener una utilidad social. Tatlin fusionó su dogma constructivista con el del nuevo Estado comunista, convirtiéndose en un diseñador poderoso e influyente dentro del nuevo orden estético.
El constructivismo ejerció una gran influencia sobre la escultura, arquitectura y, especialmente, el diseño industrial del siglo XX y su defensa de los materiales modernos y de las líneas puras sirvió para reforzar la naciente estética del funcionalismo.[2] En Arquitectura, este movimiento atribuye especial significado a la manifestación de los aspectos constructivos de la forma artística y de los recursos materiales que se utilizan para crearla. Esa tendencia ha derivado en otras como el funcionalismo, el racionalismo, etc. Los principales arquitectos que representan al constructivismo son: Le Corbusier, Walter Gropius, Eric Mendelsohn, Bruno Taut y Frank Lloyd Wright.[3]
El término Bauhaus, que significa en alemán "Casa de la construcción", fue utilizado para denominar la escuela de diseño, arte y arquitectura fundada en 1919 por Walter Gropius en Weimar (Alemania) y clausurada por las autoridades prusianas (en manos del partido nazi) en el año 1933. Este movimiento nació con la aspiración de integrar el arte, la artesanía y la tecnología comprendiendo que la producción en masa tenía que ser la precondición para un diseño exitoso en la era de las máquinas.[4]
La Bauhaus sentó las bases normativas y patrones de lo que hoy conocemos como diseño industrial y gráfico; puede decirse que antes de la existencia de la bauhaus estas dos profesiones no existían como tal y fueron concebidos dentro de esta escuela. Sin duda la escuela estableció los fundamentos académicos sobre los cuales se basaría en gran media una de las tendencias más predominantes de la nueva arquitectura moderna, incorporando una nueva estética que abarcaría todos los ámbitos de la vida cotidiana: “desde la silla en la que usted se sienta hasta la página que está leyendo” (Von Eckardt).[5]
Por consiguiente es importante tener en cuenta que con ésta palabra estamos definiendo varios lugares de interés en diferentes ramas del conocimiento humano. Con el nombre de constructivismo se denominan corrientes surgidas tanto en el arte como la filosofía, la psicología, la pedagogía y las ciencias sociales en general.
En arte – como ya se dijo- se denomina constructivismo a un movimiento artístico de origen ruso.
En filosofía se denomina constructivismo a una corriente de pensamiento surgida hacia 1980, de la mano de investigadores de disciplinas muy diversas (psiquiatras, físicos, matemáticos, biólogos, etc.). Para el pensamiento constructivista, la realidad es una construcción hasta cierto punto "inventada" por quién la observa.
En pedagogía el constructivismo es una corriente de la didáctica que para sus postulados didácticos supone una teoría del conocimiento constructivista.[6]
En el campo de la filosofía constructivista su portavoz en el ámbito alemán es el científico austríaco Paul Watzlawick (nacido en 1921 y emigrado a California), con el libro La realidad inventada, publicado en 1981, donde reúne diez ensayos de diferentes autores en torno al llamado pensamiento constructivista. Sus correligionarios Heinz von Förster y Ernst von Glaserfeld también son austriacos y trabajan en Estados Unidos. Otros autores importantes son Humberto Maturana y Francisco Varela. Para el pensamiento constructivista, la realidad es una construcción hasta cierto punto "inventada" por quién la observa. Una de las críticas más comunes al constructivismo radical es su proximidad aparente con el solipsismo.
El constructivismo afirma que nunca se podrá llegar a conocer la realidad como lo que es ya que, al enfrentarse al objeto de conocimiento, no se hace sino ordenar los datos que el objeto ofrece en el marco teórico del que se dispone. Así, por ejemplo, para el constructivismo la ciencia no ofrece una descripción exacta de cómo son las cosas, sino solamente una aproximación a la verdad, que sirve mientras no se disponga de una explicación más válida. Tomando un ejemplo de Ernst von Glaserfeld, el camino escogido por la ciencia al tratar de la realidad es como el de una llave que se ajusta a la cerradura, aunque se ignora cómo está hecha la cerradura. Por el momento, la llave de que se dispone sirve al propósito de quién la utiliza, a pesar que ignore el fondo del asunto.
La orientación fundamental de los constructivistas parte de Kant cuándo distingue entre el fenómeno y el noúmeno o cosa en sí (El noúmeno es una palabra de origen Griego que en la filosofía Kantiana designa las cosas en sí, inaccesibles a la experiencia posible). Kant afirmó que la realidad no se encuentra "fuera" de quién la observa, sino que en cierto modo ha sido "construida" por su aparato cognoscitivo.
Otros precedentes del pensamiento constructivista son René Descartes (siglo XVII) con su "pienso luego existo" o "pienso luego soy", David Hume (siglo XVIII) y, sobre todo, George Berkeley (siglo XVII), cuyo "ser consiste en ser percibido" entra de lleno en este contexto.
Existe también un constructivismo en matemáticas, fruto de la reflexión sobre su naturaleza (el holandés L. E. J. Brouwer), o sobre la asimilabilidad del lenguaje matemático (Michael Dummett, en el ámbito de la filosofía analítica británica).[7]
En pedagogía se denomina constructivismo a una corriente que afirma que el conocimiento de todas las cosas es un proceso mental del individuo, que se desarrolla de manera interna conforme el individuo obtiene información e interactúa con su entorno.
Considera que la simple apreciación y memorización de símbolos, así como las relaciones lógicas entre ellos, no es realmente conocimiento. El constructivismo considera que el verdadero conocimiento de las cosas es la estructura mental individual generada de la interacción con el medio.
El constructivismo se basa en el principio de que la apreciación de la realidad es completamente diferente para dos individuos diferentes, aún cuando las condiciones de aprendizaje sean parecidas, debido a que no es posible crear condiciones perfectamente iguales en la mente de dos individuos diferentes. Las corrientes constructivistas marcaron una nueva concepción individual del mundo y le dieron fuerza a la individualidad humana. Desafortunadamente el constructivismo se convirtió en muchos casos en un argumento común para la justificación de la marginación sociocultural y económica de los pueblos. Este pseudoconstructivismo se opone a una apreciación universal de la verdad de las cosas considerando que cualquier apreciación individual es realmente conocimiento aún cuando el individuo no posea los recursos necesarios para apreciar la complejidad de su entorno.
En América Latina la corriente constructivista fue interpretada como abandono total de la influencia moral del docente sobre el alumno, considerando que dicha influencia privaba al alumno de una apreciación individual de la realidad. Como resultado, los sistemas educativos de estos países se encontraron con aulas vacías y millones de individuos incapaces de incorporarse a la actividad productiva al carecer de una estructura de referencia de su apreciación de la realidad. El constructivismo por el contrario requiere de un cuidadoso proceso de planeamiento y de mediciones de la actividad intelectual del alumno (microenseñanza) y de un conjunto de herramientas de enseñanza-aprendizaje bien definidas y sistematizadas (neurolinguística) así como de una sólida formación moral de los orientadores que servirá como estructura básica.
El principio de la educación constructivista debe basarse en el hecho de que es imposible el conocimiento constructivo puro. La pretensión de que es posible lograr un ambiente de educación o conocimiento estrictamente constructivista se puede definir como Pseudoconstructivismo o quizá Primitivismo, ya que pretende que los individuos construyan su conocimiento desde elementos primarios o nulos. La experiencia ha demostrado que en un estado de completo aislamiento y carente de una estructura social y moral mínima, el intelecto humano se destruye y corrompe reduciéndose a un estado similar al de los animales o de las organizaciones humanas primitivas.[8]
Un teórico sobresaliente de la Escuela de Palo Alto, California, encuadrado dentro del constructivismo sistémico, con una orientación analítica definida a través de los procesos psicológicos de la comunicación es Paul Watzlawick quién nació en Villach, Austria, en 1921. Estudió filosofía y lenguas modernas en la Universidad de Venecia y, posteriormente, hizo sus prácticas de psicoterapia en el Carl Jung-Institut de Zurich, Suiza. Entre 1957 y 1960 ejerció como docente en la Universidad de San Salvador, antes de integrarse en el Mental Research Institute de Palo Alto, California. En su libro Pragmatics of Human Communication, publicado con Janet Beavin Bavelas y Donald D. Jackson, se establecen los cinco axiomas básicos del proceso de interacción humana.[9]
Según Watzlawick, existen 5 axiomas en su teoría de la comunicación entre dos individuos. Si uno de estos, por alguna razón, no funciona, la comunicación puede fracasar:
Es imposible no comunicarse: Todo comportamiento es una forma de comunicación. Como no existe forma contraria al comportamiento ("no-comportamiento" o "anti-comportamiento"), tampoco existe "no-comunicación".
Toda comunicación tiene un nivel de contenido y un nivel de relación, de tal manera que el último clasifica al primero, y es, por tanto, una metacomunicación: Esto significa que toda comunicación tiene, además del significado de las palabras, más información sobre cómo el que habla quiere ser entendido y que le entiendan, así como, cómo la persona receptora va a entender el mensaje; y cómo el primero ve su relación con el receptor de la información.
La naturaleza de una relación depende de la puntuación de las secuencias comunicacionales entre las personas comunicantes: tanto el emisor como el receptor de la comunicación, estructuran el flujo de la comunicación de diferente forma y, así, interpretan su propio comportamiento y del otro, dependiendo de las marcas de puntuación que establezcan. La comunicación humana no puede ser resuelta en un plano causa-efecto, sino que es un proceso cíclico.
La comunicación humana implica dos modalidades: la digital y la analógica: La comunicación no implica simplemente las palabras habladas (comunicación digital: lo que se dice); también es importante la comunicación no verbal (o comunicación analógica: cómo se dice).
Los intercambios comunicacionales pueden ser tanto simétricos como complementarios: dependiendo de si la relación de las personas comunicantes está basada en intercambios igualitarios, es decir, tienden a igualar su conducta recíproca; o si está basada en intercambios aditivos, es decir, donde uno y otro se complementan, produciendo un acoplamiento recíproco de la relación.[10]
¿Cuándo los psicólogos emplean el término "constructivismo" en su sentido más general, qué quieren decir con esto? En su análisis histórico de la naturaleza cambiante del saber, Thomas L. Sexton (1997) divide la historia humana en tres eras distintas: premoderna, moderna, y postmoderna. Cada uno de estos períodos hizo énfasis en una particular perspectiva ontológica que moldeó la manera en que las personas trataron con los sucesos, problemas, y soluciones de su época. La era premoderna (del siglo sexto A.C. hasta la Edad media) dio énfasis al dualismo, el idealismo, y el racionalismo. La fe y la religión jugaron un papel central, y los esfuerzos eficaces del cambio “fueron la oración, la fe, el pensamiento, y/o racionamiento” (Sexton, 1997, pág. 5). Por comparación, la era moderna (aproximadamente desde el Renacimiento hasta finales del siglo XIX, aunque el pensamiento moderno domina todavía mucho del discurso actual) enfatizó en el empirismo, el positivismo lógico, la metodología científica, la identificación de verdades objetivas y validas.
Una consecuencia de la era moderna fue la de solidificar el conocimiento científico y profesional como la fuente legítima para comprender el mundo. A través del proceso lógico de la ciencia pudimos descubrir eso que era verdad...,…. se asumió el conocimiento científico como un espejo que reflejaba la imagen de la realidad objetiva. (Sexton, 1997, pág. 7)
Sexton (1997) denomina a la tercera (presente) era como postmodernista/constructivista y la describe para acentuar la creación, en lugar del descubrimiento de realidades personales y sociales. La era postmoderna/constructivista resalta a la viabilidad, como opuesto a la validez de demandas de conocimiento. También presta especial atención a los asuntos epistemológicos. Investigadores y teóricos se ven involucrados en el “cómo las personas saben”, así como en el “qué saben ellos”. Comparado con el modernismo (en donde la verdad, independiente del prejuicio subjetivo, se revela al científico como neutral), el postmodernismo/constructivismo resalta la participación humana en la construcción del conocimiento.
La perspectiva del observador y el objeto de observación son inseparables; la naturaleza del significado es relativa; los fenómenos se contextualizan; y el proceso de conocimiento y entendimiento es social, inductivo, hermenéutico, y cualitativo. (Sexton, 1997, pág. 8)
Porque el constructivismo se enfoca en las maneras en que las personas y las sociedades crean (en lugar de descubrir) las construcciones de la realidad, sus seguidores exhiben a menudo grados variantes de escepticismo sobre si las personas tienen acceso directo y exacto a un mundo externo. En otras palabras, los constructivistas ven la realidad como noumenal - es decir, queda más allá del alcance de nuestras teorías más ambiciosas, sean personales o científicas, negando para siempre a los seres humanos la seguridad de justificar sus creencias, fe, e ideologías por el recurso simple a las "objetivas circunstancias" más allá de nosotros. (Neimeyer, 1995, pág. 3)
Así, todas las psicologías constructivistas comparten la creencia de que ninguna de las muchas maneras de entender que hemos desarrollado proporcionan la verdad del Ojo de Dios (es decir, completamente objetiva) sobre la visión del mundo. Sin embargo, los constructivistas discrepan a menudo entre ellos mismos sobre las implicaciones de esta posición, particularmente con respecto a la naturaleza de la realidad, el origen del saber construido, y la mejor manera de dirigir la investigación psicológica.[11]
En las últimas décadas un amplio movimiento constructivista sostiene que las diferencias entre los sexos no son innatas, sino más bien construidas cultural e históricamente, e impuestas por el sistema educativo que perpetúa en el tiempo los roles de género. El constructivismo se opone frontalmente al esencialismo y persigue su refutación, argumentando que la propia noción de esencia es una construcción histórica y que la diversidad funcional asignada histórica y culturalmente a varones y mujeres no encuentra justificación en su complementariedad reproductiva.
El sometimiento de la mujer al varón como espejo en el que éste se mira y como imagen que pugna por atraer la mirada del varón, muestra la profunda e injusta desigualdad que atraviesa nuestra cultura. En contraste, el paulatino reconocimiento de la igualdad fundamental de ambos sexos en la común dignidad de seres humanos da razón del masivo acceso de las mujeres a la educación media y superior en las últimas décadas y de la progresiva eliminación de la antigua diversidad funcional.
Teoría Cyborg
Los 90s trajeron el comienzo de la era cyborg y Donna Haraway (1944) es una pensadora constante de la cibercultura de la cual somos espectadores y actores.
En “Un Manifiesto Cyborg”, Haraway usa la metáfora del cyborg para ofrecer una estrategia política para los intereses aparentemente disparatados del socialismo y el feminismo. Primeramente, introduce y define al “cyborg” en cuatro partes. Un cyborg es:
Organismo cibernético
Híbrido de máquina y organismo
Criatura de realidad social vivida
Criatura de ficción
En este ensayo, Haraway también trata un par de formas de feminismo populares durante los 80s. Como feminista postmoderna, argumenta acerca en contra del esencialismo - que es “cualquier teoría que declare identificar una causa o constitución de identidad de género o patriarcado universal, transhistórica y necesaria” (Epistemología Feminista, 2006). Tales teorías, argumenta Haraway, excluyen a las mujeres que no se conforman a la teoría y las segregan de las “mujeres reales” o las representan como inferiores. Otra forma de feminismo que Haraway disputa es “un modelo jurisprudencial de feminismo popularizado por la estudiosa legal y Marxista, Catharine MacKinnon” (Burow-Flak, 2000), que luchó para hacer ilegal la pornografía en los 80s, a la cuál ella consideró una forma de discurso del odio. Haraway argumenta que el feminismo radical de MacKinnon asimila todas las experiencias de las mujeres en una identidad particular que incorpora las ideologías occidentales que contribuyen a la opresión de las mujeres. Escribe: “Es factual y políticamente erróneo asimilar todos los 'momentos' o 'conversaciones' diversos en la política femenina reciente nombrada como feminismo radical a la versión de MacKinnon” (158).
De acuerdo con Haraway en su Manifiesto, "No hay nada acerca de ser hembra que una naturalmente a las mujeres. Ni siquiera existe tal estado como el de 'ser' hembra, que de por sí es una categoría altamente compleja construida en discursos científicos sexuales debatidos y otras prácticas sociales" (155). Un cyborg, por otro lado, no requiere una identidad estable y esencialista, argumenta Haraway, y las mujeres deberían considerar crear coaliciones basadas en "afinidad" en vez de identidad. Para dar base a su argumento, Haraway analiza la frase "mujeres de color", sugiriéndola como una categoría posible de política de afinidades (Senft, 2001). Usando un término acuñado por la teorista Chela Sandoval, Haraway escribe que "la “consciencia oposicional” es comparable con la política de cyborgs, ya que en vez de la identidad enfatiza cómo la afinidad resulta de la otredad, diferencia y especificidad" (156).
La idea es modificar el propio pensamiento de individuos aislados al pensamiento de la gente como vértices en una red. En este sentido, se puede desarrollar un nexo que no tiene nada que ver con ideales occidentales patriarcales. El “mundo cyborg” ideal de Haraway consiste en gente viviendo junta, sin miedo de su nexo comunal con los animales y las máquinas. “La lucha política es ver desde ambas perspectivas al mismo tiempo, ya que cada una revela tanto dominaciones como posibilidades inimaginables desde el otro punto de vista. La visión sencilla produce peores ilusiones que la visión doble o los monstruos de muchas cabezas”[12]
La palabra cyborg se forma a partir de las palabras inglesas Cyber(netics) organism (organismo cibernético) y se utiliza para designar una criatura medio orgánica y medio mecánica, generalmente con la intención de mejorar las capacidades del organismo utilizando tecnología artificial.
El término lo acuñaron Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline en 1960 para referirse a un ser humano mejorado que podría sobrevivir en entornos extraterrestres. Llegaron a esa idea después de pensar sobre la necesidad de una relación más íntima entre los humanos y las máquinas en un momento en que empezaba a trazarse la nueva frontera representada por la exploración del espacio. Diseñador de instrumentación fisiológica y de sistemas de procesamiento de datos, Clynes era el director científico del Laboratorio de simulación dinámica de Rockland State Hospital, en Nueva York.
De acuerdo con algunas definiciones del término, la conexión física y metafísica de la humanidad con la tecnología ya ha empezado a convertirnos en cyborgs. Por ejemplo, una persona a la que se le haya implantado un marcapasos podría considerarse un cyborg, puesto que sería incapaz de sobrevivir sin ese componente mecánico.
El reino de la mente
En julio del 2006, la revista especializada en ciencia y medicina Nature publicó un informe que presentaba los resultados de un experimento realizado por un grupo de científicos de la Universidad Brown (Rhode Island, E.U.). Un hombre que sufre una grave parálisis pudo, gracias a un chip electrónico implantado en su cerebro, mover el cursor del PC, abrir un correo electrónico, subir el volumen del televisor y practicar un videojuego con solo pensar las acciones.
La tecnología, que aún está en etapa de prueba, consiste en un pequeño sensor del tamaño de una aspirina que se introduce en la superficie de la región del cerebro responsable del movimiento voluntario (el córtex motor). Allí, el dispositivo capta el ‘lenguaje cerebral’ y lo trasmite a un computador que, por medio de un software especializado, procesa las órdenes mentales en tiempo real. (http://enter.com.co/enter2/ente2_actu/ente2_actu/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR_2-3447785.html)
La red, la nueva memoria…
Thomas A. Anderson (Keanu Reeves) es un programador informático de día y un hacker con el alias de Neo por las noches, que pasa su vida buscando a una persona, Morfeo (Laurence Fishburne), y la respuesta a una pregunta: ¿Qué es Matrix?.
Un encuentro con otra hacker, Trinity (Carrie-Anne Moss), le conduce hasta Morfeo y la respuesta que busca.
Neo descubre que el mundo en el que creía vivir no es más que una simulación virtual a la que se encuentra conectado mediante un cable enchufado en su cerebro. Los miles de millones de personas que viven (conectadas) a su alrededor, están siendo cultivadas del mismo modo para poder dar energía a las máquinas. Esta ilusión colectiva (o simulación interactiva) es conocida como Matrix.[13]
Hasta el momento en que la red se configuró como un fenómeno social, el yo fue depositario exclusivo de la información y por lo tanto un desarrollador exclusivo de mercancías epistemológicas. La primera persona que advirtió oficialmente éste paradigma de la memoria como dispositivo constructor de pensamiento sensible fue Simonides de Ceos, poeta griego e inventor del arte de la memoria. Permítanme por lo tanto recordar las circunstancias míticas que lo precedieron:
En un banquete que daba un noble de Tesalia llamado Escopas para celebrar su victoria en los juegos atléticos, el poeta Simónides de Ceos cantó un poema lírico en honor de su anfitrión, en el que incluyó una larga disgresión en honor de los Dióscuros, Cástor y Pólux, a causa de lo cual el señor de la casa dijo mezquinamente al poeta que sólo le pagaría la mitad de la cantidad acordada y que debería obtener el resto de los dioses gemelos, a quienes había dedicado la mitad del poema. Poco después trajeron a Simónides el recado de que dos jóvenes caballeros que deseaban en sumo grado verle, le aguardaban a la puerta de la casa. Se levantó el poeta de la mesa y salió al exterior, pero no vio a nadie. Durante su ausencia desplomóse el tejado de la sala donde se celebraba el banquete aplastando y dejando muertos, bajo las ruinas, a Escopas y a los demás comensales. Tan desfigurados quedaron los cadáveres que, cuando llegaron sus parientes a recogerlos para proceder a su enterramiento, fueron incapaces de identificarlos. Pero Simónides, como recordaba los lugares en que habían estado sentados a la mesa fue por ello capaz de indicar a los parientes cuáles eran sus muertos. Los invisibles visitantes, Cástor y Pólux, le pagaron, pues, espléndidamente su parte en el panegírico sacando al cantor fuera del convite antes del fatal derrumbamiento. Esta experiencia, además, sugirió a Simónides los principios del arte de la memoria, de la que desde la antigüedad se le ha considerado el inventor. Reparando en que fue mediante el recuerdo de los lugares que habían ocupado los invitados como le fue posible identificar los cadáveres, consideró que una disposición ordenada de lugares es esencial para tener una buena memoria.
Infirió que las personas que deseen educar esta facultad (de la memoria) han de seleccionar lugares y han de formar imágenes mentales de las cosas que deseen recordar, y almacenar esas imágenes en los lugares (que ya se tienen dispuestos en la memoria), de modo que el orden de los lugares asegure el orden de las cosas (que se quiere recordar), y de modo que las imágenes de las cosas denoten las cosas mismas; y utilizaremos los lugares y las imágenes respectivamente como una tablilla encerada y las letras escritas en ella. (Cicerón, De oratare, II, 354.)
La emotiva fábula en que se cuenta el origen del arte de la memoria la refiere Cicerón en su De oratore cuando trata de la «memoria», una de las cinco partes en que los retóricos dividían su disciplina. Esta fábula, muchas veces repetida, - aún la seguimos repitiendo - era el preámbulo obligado a una exposición más detallada del arte mnemónica basado en lugares e imágenes (loci, imagines).
Si hemos de admitir que Simónides de Ceos fue el primer hombre que desarrolló ésta tecnología, debo afirmar igualmente que el último hombre que se aferra obstinada y falsamente a ésta creencia es aquel que aún firma sus libros en primera persona, como sujeto afirmativo de la vieja y falsa creencia de que la originalidad existe. Somos – si nos atrevemos a mirar los hechos con la frialdad que acostumbra a emplear el pensamiento científico – simples recicladores de un devenir construido a partir de la cultura tipográfica y aquella que permitió a la civilización occidental definir un amplio campo de acción a partir de la reproducción masiva de libros y objetos de pensamiento escrito.
“Cuando nos referimos a una auténtica obra de arte lo que en el fondo queremos expresar es la auténtica artificialidad de su contenido. La creatividad es tan solo el producto enriquecido de la memoria trabajando al servicio de la imaginación. Por lo tanto el mundo interior no existe como tal. Es tan solo el gesto que desarrollamos para asimilar el mundo exterior. La memoria construye su hábitat de afuera hacia adentro. El mundo interior es tan solo la capacidad consciente de jugar e interactuar con procesos simples como memoria, recuerdo y elucubración fantástica. Memoria hecha, construida y alimentada por el abrazo estrecho y asfixiante llamado realidad.
Cada vez que accedemos a una información desconocida ampliamos el espacio de la memoria. La base de datos se amplía, crece y de esta manera cuando accidentalmente unimos recuerdos dispersos o fuertemente latentes con información nueva se producen ideas que igualmente retroalimentan el espacio de la memoria. Crecer interminablemente parece ser el rol de la memoria. Sin embargo cuando la memoria crece y se auto-abastece de nuevos códigos no estamos hablando de originalidad. La originalidad no existe. Por qué pedimos al artista ser original? Seguramente esta exigencia responde a un afán inmediato de proveemos de información desconocida. Alimento intangible para la memoria hambrienta.
La memoria acumula. La imaginación gasta. La originalidad es asociación.”[14]
Anotación final
Quiero dedicar ésta última parte a aquellos lectores que han logrado llegar a éste punto con el propósito ético de aclarar ciertas metodologías aplicadas en el desarrollo del texto enviado al premio nacional de crítica, convocado por el Ministerio de Cultura en asocio con el departamento de Artes de la Universidad de los Andes.
La elaboración del texto estuvo contemplada como un ejercicio impuro de teoría Cyborg (prefiero crítica Cyborg para tomar distancia del discurso de Donna Haraway) y neo – constructivismo, apelando a la inspiración que provoca esa herramienta fascinante llamada Internet.
El texto fue escrito en primera persona por un sujeto ficticio (Gina Panzarowsky), describiendo las implicaciones que en el mundo del arte puede tener una determinada producción sensible propuesta por un sujeto real sobre un acontecimiento que no ha existido ó no existe, aunque aspiro que exista.
Por lo tanto y para ahorrarme una discusión banal sobre derechos de autor, hice uso inescrupuloso de varios textos que me parecieron oportunos,[15] y echando mano de las técnicas del collage, arme una estructura con la presunción de unidad discursiva que aspira tener todo texto literario. (no estoy seguro de haber acertado). Aclarando – sin embargo - que un porcentaje indiscrimado del contenido responde a elucubraciones personales que prefiero mantener ajenas a los principios de autoría.
Durante las últimas vacaciones de fin de año cayo en mis manos (mejor, cayó en la LCD) un texto bastante sugestivo de Lawrence Lessig titulado “Cultura Libre” que me animó a desprenderme de tanto escrúpulo al momento de generar discursos libres, quiero decir, reelaboraciones literarias en el campo del arte manipuladas en laboratorio (derivadas?artificiales? cyborg?), donde el sujeto no existe.
La tecnología, que aún está en etapa de prueba, consiste en un pequeño sensor del tamaño de una aspirina que se introduce en la superficie de la región del cerebro responsable del movimiento voluntario (el córtex motor). Allí, el dispositivo capta el ‘lenguaje cerebral’ y lo trasmite a un computador que, por medio de un software especializado, procesa las órdenes mentales en tiempo real. (http://enter.com.co/enter2/ente2_actu/ente2_actu/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR_2-3447785.html)
La red, la nueva memoria…
Thomas A. Anderson (Keanu Reeves) es un programador informático de día y un hacker con el alias de Neo por las noches, que pasa su vida buscando a una persona, Morfeo (Laurence Fishburne), y la respuesta a una pregunta: ¿Qué es Matrix?.
Un encuentro con otra hacker, Trinity (Carrie-Anne Moss), le conduce hasta Morfeo y la respuesta que busca.
Neo descubre que el mundo en el que creía vivir no es más que una simulación virtual a la que se encuentra conectado mediante un cable enchufado en su cerebro. Los miles de millones de personas que viven (conectadas) a su alrededor, están siendo cultivadas del mismo modo para poder dar energía a las máquinas. Esta ilusión colectiva (o simulación interactiva) es conocida como Matrix.[13]
Hasta el momento en que la red se configuró como un fenómeno social, el yo fue depositario exclusivo de la información y por lo tanto un desarrollador exclusivo de mercancías epistemológicas. La primera persona que advirtió oficialmente éste paradigma de la memoria como dispositivo constructor de pensamiento sensible fue Simonides de Ceos, poeta griego e inventor del arte de la memoria. Permítanme por lo tanto recordar las circunstancias míticas que lo precedieron:
En un banquete que daba un noble de Tesalia llamado Escopas para celebrar su victoria en los juegos atléticos, el poeta Simónides de Ceos cantó un poema lírico en honor de su anfitrión, en el que incluyó una larga disgresión en honor de los Dióscuros, Cástor y Pólux, a causa de lo cual el señor de la casa dijo mezquinamente al poeta que sólo le pagaría la mitad de la cantidad acordada y que debería obtener el resto de los dioses gemelos, a quienes había dedicado la mitad del poema. Poco después trajeron a Simónides el recado de que dos jóvenes caballeros que deseaban en sumo grado verle, le aguardaban a la puerta de la casa. Se levantó el poeta de la mesa y salió al exterior, pero no vio a nadie. Durante su ausencia desplomóse el tejado de la sala donde se celebraba el banquete aplastando y dejando muertos, bajo las ruinas, a Escopas y a los demás comensales. Tan desfigurados quedaron los cadáveres que, cuando llegaron sus parientes a recogerlos para proceder a su enterramiento, fueron incapaces de identificarlos. Pero Simónides, como recordaba los lugares en que habían estado sentados a la mesa fue por ello capaz de indicar a los parientes cuáles eran sus muertos. Los invisibles visitantes, Cástor y Pólux, le pagaron, pues, espléndidamente su parte en el panegírico sacando al cantor fuera del convite antes del fatal derrumbamiento. Esta experiencia, además, sugirió a Simónides los principios del arte de la memoria, de la que desde la antigüedad se le ha considerado el inventor. Reparando en que fue mediante el recuerdo de los lugares que habían ocupado los invitados como le fue posible identificar los cadáveres, consideró que una disposición ordenada de lugares es esencial para tener una buena memoria.
Infirió que las personas que deseen educar esta facultad (de la memoria) han de seleccionar lugares y han de formar imágenes mentales de las cosas que deseen recordar, y almacenar esas imágenes en los lugares (que ya se tienen dispuestos en la memoria), de modo que el orden de los lugares asegure el orden de las cosas (que se quiere recordar), y de modo que las imágenes de las cosas denoten las cosas mismas; y utilizaremos los lugares y las imágenes respectivamente como una tablilla encerada y las letras escritas en ella. (Cicerón, De oratare, II, 354.)
La emotiva fábula en que se cuenta el origen del arte de la memoria la refiere Cicerón en su De oratore cuando trata de la «memoria», una de las cinco partes en que los retóricos dividían su disciplina. Esta fábula, muchas veces repetida, - aún la seguimos repitiendo - era el preámbulo obligado a una exposición más detallada del arte mnemónica basado en lugares e imágenes (loci, imagines).
Si hemos de admitir que Simónides de Ceos fue el primer hombre que desarrolló ésta tecnología, debo afirmar igualmente que el último hombre que se aferra obstinada y falsamente a ésta creencia es aquel que aún firma sus libros en primera persona, como sujeto afirmativo de la vieja y falsa creencia de que la originalidad existe. Somos – si nos atrevemos a mirar los hechos con la frialdad que acostumbra a emplear el pensamiento científico – simples recicladores de un devenir construido a partir de la cultura tipográfica y aquella que permitió a la civilización occidental definir un amplio campo de acción a partir de la reproducción masiva de libros y objetos de pensamiento escrito.
“Cuando nos referimos a una auténtica obra de arte lo que en el fondo queremos expresar es la auténtica artificialidad de su contenido. La creatividad es tan solo el producto enriquecido de la memoria trabajando al servicio de la imaginación. Por lo tanto el mundo interior no existe como tal. Es tan solo el gesto que desarrollamos para asimilar el mundo exterior. La memoria construye su hábitat de afuera hacia adentro. El mundo interior es tan solo la capacidad consciente de jugar e interactuar con procesos simples como memoria, recuerdo y elucubración fantástica. Memoria hecha, construida y alimentada por el abrazo estrecho y asfixiante llamado realidad.
Cada vez que accedemos a una información desconocida ampliamos el espacio de la memoria. La base de datos se amplía, crece y de esta manera cuando accidentalmente unimos recuerdos dispersos o fuertemente latentes con información nueva se producen ideas que igualmente retroalimentan el espacio de la memoria. Crecer interminablemente parece ser el rol de la memoria. Sin embargo cuando la memoria crece y se auto-abastece de nuevos códigos no estamos hablando de originalidad. La originalidad no existe. Por qué pedimos al artista ser original? Seguramente esta exigencia responde a un afán inmediato de proveemos de información desconocida. Alimento intangible para la memoria hambrienta.
La memoria acumula. La imaginación gasta. La originalidad es asociación.”[14]
Anotación final
Quiero dedicar ésta última parte a aquellos lectores que han logrado llegar a éste punto con el propósito ético de aclarar ciertas metodologías aplicadas en el desarrollo del texto enviado al premio nacional de crítica, convocado por el Ministerio de Cultura en asocio con el departamento de Artes de la Universidad de los Andes.
La elaboración del texto estuvo contemplada como un ejercicio impuro de teoría Cyborg (prefiero crítica Cyborg para tomar distancia del discurso de Donna Haraway) y neo – constructivismo, apelando a la inspiración que provoca esa herramienta fascinante llamada Internet.
El texto fue escrito en primera persona por un sujeto ficticio (Gina Panzarowsky), describiendo las implicaciones que en el mundo del arte puede tener una determinada producción sensible propuesta por un sujeto real sobre un acontecimiento que no ha existido ó no existe, aunque aspiro que exista.
Por lo tanto y para ahorrarme una discusión banal sobre derechos de autor, hice uso inescrupuloso de varios textos que me parecieron oportunos,[15] y echando mano de las técnicas del collage, arme una estructura con la presunción de unidad discursiva que aspira tener todo texto literario. (no estoy seguro de haber acertado). Aclarando – sin embargo - que un porcentaje indiscrimado del contenido responde a elucubraciones personales que prefiero mantener ajenas a los principios de autoría.
Durante las últimas vacaciones de fin de año cayo en mis manos (mejor, cayó en la LCD) un texto bastante sugestivo de Lawrence Lessig titulado “Cultura Libre” que me animó a desprenderme de tanto escrúpulo al momento de generar discursos libres, quiero decir, reelaboraciones literarias en el campo del arte manipuladas en laboratorio (derivadas?artificiales? cyborg?), donde el sujeto no existe.
[1] Diccionario de filosofía ilustrado: Autores contemporáneos, lógica, filosofía del lenguaje / Leonor Martínez Echeverri, Hugo Martínez Echeverri. 2da ed. Santafé de Bogotá: Panamericana, c1997. 100 p.
[2] Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993-2004 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.
[3] Diccionario de filosofía ilustrado: Autores contemporáneos, lógica, filosofía del lenguaje / Leonor Martínez Echeverri, Hugo Martínez Echeverri. 2da ed. Santafé de Bogotá: Panamericana, c1997. 100 p.
[4] http://www.britannica.com/ebc/article-9356769
[5] http://es.wikipedia.org/wiki/Escuela_de_la_Bauhaus
[6] http://es.wikipedia.org/wiki/Constructivismo
[7] http://es.wikipedia.org/wiki/Constructivismo_%28filosof%C3%ADa%29
[8] http://es.wikipedia.org/wiki/Constructivismo_%28pedagog%C3%ADa%29
[9] http://www.infoamerica.org/teoria/watzlawick_1.htm
[10] http://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Watzlawick
[11] http://www.acjournal.org/holdings/vol5/iss3/special/raskin.pdf
[12] http://es.wikipedia.org/wiki/Donna_Haraway
[13] http://es.wikipedia.org/wiki/Matrix
[14] Panzarowsky, Gina. El gesto. Cuadernos de aproximación al acto creativo. Austin, (TX) 1987.
[15] Debo admitir que estuve tentado a no citar las citas (histeria tautológica?), pero la conciencia de que existe una policía cultural me lo impidió.
2 comentarios:
Que agradable leerlo, muy interesante las ideas sobre a inexistencia de la originalidad, el quiebre de lo que si comprende por autoria, dentro de una vision tan limitada cuanto a nuestra occidental, felicitaciones.
Soy una profesora brasileña y trabajo con personas "especiales" y me gustaria mucho seguir leyendo textos tan aclaradores cuanto este.
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