viernes, diciembre 25, 2009

JUEGOS MENTALES III



Alguna vez leí en éste foro por parte de Lucas Ospina decir que “el lugar menos propicio para encontrar la obra de algunos autores es en sus declaraciones”. Aún así siempre me ha parecido interesante rastrear contenidos “para artísticos” en las declaraciones, opiniones y escritos que eventualmente haga el productor.

Hoy en día se ha tornado en clisé decir que el concepto de la obra es cualquier cosa que tenga concordancia metafórica con la ocurrencia objetual de turno en que haya caído la arbitrariedad del proponente, sin que la filiación entre idea y objeto sea demostrable, precisamente porque el arte no es ciencia exacta.

Pere Salabert, profesor español, contaba una anécdota interesante de José Ortega y Gasset, resumida en el siguiente aforismo: “En un tiempo se pintaban cosas, después se pasó a pintar emociones, ahora se pintan ideas…”

Tenemos que Lucas desaprueba o disocia mejor, cualquier vínculo entre lo que piensa el artista por medio de sus declaraciones o escritos sobre su propia obra, pero insiste el artista en exhibir por todos lados conceptos y conceptos que atiborran la experiencia del observador con ideas, antes que con percepciones, por lo que resulta evidente que todo pasa por ese filtro mordaz del pensar antes que el sentir las obras, y si algo nos deparan en el terreno emotivo siempre estamos lejos de dar con el eje conceptual que propone el artista.

Digo todo esto porque – repito - a menudo encuentro fascinante leer, oír y ver las declaraciones de los artistas sobre sus propias obras, ó sobre cualquier cosa -la vida, la muerte, la risa, el arte, las estrategias, etc.-, y éste tercer ejercicio de crítica pirata alrededor de net art gira precisamente sobre las preguntas y declaraciones depositadas por los artistas invitados, de acuerdo a un cuestionario elaborado por Juan Devis.

Seis preguntas formuló JD, discriminadas así:

· ¿Está Colombia preparada para el Net Art?

· ¿Internet como espacio público en Colombia?

· Las tecnologías digitales han creado un mundo paralelo en donde la manipulación y el remix toman precedencia sobre la realidad física. Algunos teóricos han dicho que este estado post-humano (o desembodiment) ha creado formas más sofisticadas e intrusas de racionalismo. En otras palabras, según ellos, los que trabajan con herramientas digitales han encontrado más posibilidades de categorizar y transformar el mundo físico, creando una brecha aún mas basta entre el cuerpo y la mente, el europeo y el inmigrante. ¿Cuál es su opinión al respecto?

· ¿Cuál es el papel del artista colombiano en el naciente mundo del web 2.0?

· ¿Producir o consumir?

· ¿Código como lenguaje artístico? ¿Cómo traducir ese concepto en Colombia?

No todos los net artistas respondieron el cuestionario. Algunos respondieron parcialmente el cuestionario y otros simplemente omitieron cualquier referencia al respecto. Juan Fernando Ospina – verbigracia - auto validó su participación con tan solo la propuesta de algo que sucedió pero sin rastro alguno de lo que ocurrió, quedando un sabor amargo, porque hubiera dado cualquier cosa por haber visto éste streamimg, y la página donde apareció el evento fue hackeada. La cámara amante se transformó en un sugestivo site porno (www.comportamientoysalud.com). Y para desafiar aún más al espectador quedó debiendo las respuestas al cuestionario. Inaugurando una nueva categoría estética, se le puede calificar de “Artista porno fantasmático”.

La primera inquietud que surge tiene que ver con el espinoso tema del lenguaje informático, cuando perfila temas en el terreno de la producción estética. Ya no se podría decir “la imaginación al poder” sino “la Ingeniería al poder”.

Pensaba abordar el tema del código, los lenguajes de programación, las implicaciones técnicas y culturales del asunto, pero Hernando Barragán lo tiene previsto en un lúcido texto que se puede consultar en http://www.artenlared.org/sccs/02/barragan.pdf En éste ensayo Barragán deja ver sus inquietudes que trascienden el laboratorio de programación para acercar al lector inquieto por éstas nuevas narrativas, que indudablemente están a la orden del día en el presente y futuro inmediato, y deja ver de paso, que hallar una mente lúcida en los terrenos de la ciencia y el arte simultáneamente es una rara casualidad ó será la virtud indispensable en tiempos próximos, virtud del genio ó simplemente éste último sustantivo es sólo la buena capacidad de administrar efectivamente la bipolaridad creativa?

A lo largo de la historia del arte son variadas las intersecciones en las que arte y ciencia convergen. La historia y evolución de los pigmentos es una de ellas. En tiempos memoriales el artista no tenía que entendérselas con la ingeniería de sistemas sino con la ingeniería química y física. Los pigmentos hallados en las pinturas rupestres son todos de origen natural, pero el negro vegetal no se encontraba en la naturaleza fácilmente, a menos que fuera el resultado de un fuego accidental y carbonizara sin llegar a calcinarse.

Ferdinand André Fouqué (Geólogo y Petrólogo Francés) publicó en 1884 la fórmula del azul egipcio, pigmento tan antiguo como la civilización que le da su nombre: CaCuSi4O10 o CaO-CuO-4SiO2, un tetrasilicato de cobre y calcio. Cuando no existía una industria organizada, era el propio pintor quien los fabricaba ó artesanos especialmente dedicados a ellos. En algunos casos la materia prima no se hallaba en estado puro, lo que hacía necesario en algunos casos purificarla previamente, sometiéndola a procesos físicos y químicos adicionales. El código era el pigmento.

Si las propiedades químicas eran una consideración especial a la hora de luchar con los pigmentos, qué decir de las propiedades físicas de la luz, tan vital para el pintor.
Otra relación estrecha entre arte y ciencia se da con la anatomía, apéndice importante de las ciencias naturales. Las anécdotas sobre Leonardo Da Vinci comprando cadáveres en el mercado negro para sus investigaciones anatómicas son famosas, además que le gustaba presentarse como Ingeniero y Arquitecto antes que como pintor.

Igualmente las indagaciones de la perspectiva que realizan los grandes arquitectos y pintores del Renacimiento corresponden a la vez a la evolución de la ciencia geométrica de aquella época, y el experimento es practicado por primera vez en la pintura y en la música, previamente a su empleo sistemático en la ciencia de la naturaleza.

Son por lo tanto, arte y ciencia, caminos separados que indagan por el ser y estar de la naturaleza humana en sus múltiples facetas y comportamientos; y digo caminos separados en cuanto las metodologías aplicadas en la búsqueda de las razones que motivan sus intereses, porque curiosamente ambas comparten un origen común: la magia.

Por medio de la indagación, la pregunta, la hipótesis, la ciencia objetualiza la realidad, independiente de cualquier subjetividad posible. No se confronta sino de tarde en tarde con el mundo actual.[1]

Por otro lado el arte, haciendo uso de la fantasía, construye significados, afecta el tejido emocional público o privado, reivindica la elaboración perceptual de contenidos, todos ellos sin ser sometidos a criterio alguno de verificación. Ya lo sostuvo Kant al afirmar que el juicio estético no puede ser dictado a partir de reglas, y que expresa una actividad reflexiva libre del peso del discurso demostrativo o preceptivo.

Diríamos entonces que el arte, durante un buen trecho de su propia historia, configuró aditivamente un modelo científico en sus propias construcciones, que se vinculó con la ciencia en objetivos comúnes de conquista y apropiación de un prototipo de realidad. Ese lazo estrecho por desarrollar un modelo de representación se mantuvo hasta la irrupción del arte moderno, roto mediante un dispositivo que la misma ciencia le ofrece al arte para que indague las razones íntimas de su propia razón de habitar el mundo: la fotografía.

Las dos guerras mundiales del siglo XX terminan por acabar con las utopías del progreso y la ciencia, en las que el mismo arte depositó sus propias esperanzas; el triunfo de las potencias las arrastró a una guerra fría que mantuvo en vilo al planeta con la amenaza del holocausto nuclear, fenómenos éstos que se tradujeron en el desprecio manifiesto por parte de algunas vanguardias hacia los recursos técnicos que un mundo industrializado le ofrecía a los productores de artefactos sensibles. La aventura del pensamiento ilustrado terminó por desanimar cualquier efervescencia hacia las promesas de un mundo mejor y más justo gracias al dominio de la naturaleza por parte del hombre, alentado por el evolucionismo científico. La vuelta de tuerca culmina con el arte conceptual. El arte deviene en objeto mental, cerrando un ciclo que alguna vez pronosticó el mismo Leonardo al decir que el arte “era cosa mental”. (l’arte é cosa mentale).

Es en medio de éstas circunstancias que la producción simbólica encuentra un nuevo objeto de operaciones: Las ciencias sociales. Un interesante abrevadero que soporta la continuidad de un pensamiento que construye gnoseologías en los intersticios que cualquiera de éstas disciplinas deja, desde una perspectiva que desafía todo formalismo. El arte señala aquellos lugares que las metodologías propias de las ciencias sociales se ven obligadas a pasar por alto, ante la imposibilidad de reseñarlas como objetos válidos de estudio e investigación.

El arte deposita su mirada en los lugares opacos de la sociedad contemporánea, apoyado en cualquier referente de las múltiples especializaciones que aglutinan las formas del saber académico, utilizados como simple instrumentación libre y aleatoria. Sólo el pintor tiene derecho de mirar todas las cosas sin algún deber de apreciación. Se diría que para él las palabras de orden del conocimiento y de la acción pierden su virtud.[2]

La eclosión multidisciplinar de cuerpos de investigación que se transforman en sujetos de observación para el artista, son gestos permanentes a lo largo de toda la historia del arte. Cuando se dice que no todo es arte, pero el arte pareciera ser todo, incluimos en ésta aseveración la tesis que permite al arte husmear en todos los rincones de la actividad humana. Allí donde el hombre establece un lugar para ubicar la curiosidad que devela secretos, el arte instala su carpa para correr el velo que revela lo insospechado. Ése último y más reciente misterio es la cultura de las nuevas tecnologías, con sus códigos, algoritmos, software y lenguajes de programación, que como una babel inexpugnable e incomprensible, levanta su torre ante los ojos sorprendidos de la sociedad análoga. Un nuevo modelo de representación, intangible, entra a formar parte del arsenal de modelos de representación que durante la mayor parte de la historia de la civilización ha estado exclusivamente apalancado en la pintura y el dibujo. De ahí que tan fácilmente asociemos arte con pintura, cuando ésta última es apenas un modelo más de representación invocado por el arte.

En el texto citado de Barragán hay una línea que me parece interesante: “la computación nos permite, a diferencia de otros medios, construir posibilidades en las que las reglas que aplican a nuestro universo se pueden evadir… cada una de sus líneas escritas tiene un propósito, acercarnos a una solución de un problema en el mundo de los bits, independiente de su posibilidad en el mundo de los átomos”.

Se puede decir que de nuevo el arte halla un factor de relación a partir de la ciencia – ciencia informática – después de recoger la desesperanza frente a la guerra, la política, los relatos ecológicos, etc., incursionando en ellos desde la perspectiva de las ciencias sociales y humanas. Después de un lapso que arrancó en el siglo pasado vemos que las oportunidades se abren sobre un futuro extraño que encuentra un nuevo renacimiento desplegado en lenguajes que controlan las máquinas y hace evidente un mundo cada vez más despersonalizado, más público, menos humano y más cibernético.

Es en éstos agujeros de la tecnocultura que se ubican las preguntas de JD y las respuestas de unos artistas que aunque Colombianos, desafían estos viejos esquemas cartográficos de identidad para hablar de un lugar y una geografía necia, terca en su accionar violento y obstinadamente esperanzada en sí misma a pesar del dolor.

Algunos artistas ó mejor, el arte y la parte teórica para evitar “concepto”, que manejan respecto de sus producciones generan dicotomías insospechadas. Una obra puede ser fría y distante, pero cuando nos enteramos del ruido teórico que la sustenta, éste despierta asociaciones que nunca se habían considerado. Igualmente ocurre en el caso contrario. Corresponden las buenas obras de arte con mentes agudas e inteligentes? No siempre.

La primera pregunta se refiere a la eventual preparación de Colombia frente al net art, término que aún produce imprecisiones respecto de su etimología, ya que habitualmente se equipara con el resultado de un fallo de software ocurrido en diciembre de 1995 durante la transmisión malograda de un e-mail anónimo enviado al artista esloveno Vuk Cosic. Asunto que es más mítico que real. Desde ahí ha corrido bastante agua bajo el puente en éstos doce años. Para no entrar en una discusión larga respecto del origen y aplicación, significados y proyecciones del net art, consideremos el término simplemente en el conjunto de expresiones on line diseñados como emplazamientos de ruptura depositados en el subjetivo espacio del arte.

El grueso del conjunto de las respuestas destaca la necesidad de impulsar políticas públicas para fortalecer la cobertura de Internet a nivel institucional y académico, con procesos de traducción de éstos medios. Otros como Santiago Ortiz, se despachan condenando al net art como si fuera un exclusivo club que pertenece a un mundo cultural específico de orden Europeo ó Americano, lo cual considero desproporcionado. Siguiendo un poco las sugerencias de Santiago Echeverry, lo que se debe buscar es mejorar las políticas arancelarias para estimular el ingreso de tecnología que la haga más asequible al público en general, e insistir académicamente en una mejor dotación de salas informáticas, en todos los niveles de escolarización.

Es mínima la migración que se presenta hacia éste tipo de formatos por parte de los artistas que trabajan en medios tradicionales; un fenómeno que es prácticamente universal. En Colombia el más visible y quien ha mantenido una línea consistente en esa dirección, desde su trabajo en salas y museos con obra física hacia los espacios de la red es Jaime Iregui. Existe una generación más jóven que tiene formación en artes visuales con énfasis en medios audiovisuales o electrónicos, pero en ésta muestra son minoría. Abundan eso sí los Ingenieros y Diseñadores, lo cual no debe ofrecer ninguna resistencia, pero sí provoca interrogantes en la medida en que se debe entender la posible y necesaria relación entre una historia del arte y el manejo de neo discursos artísticos por parte de comunidades con formación ajena en éstos temas.

Una pregunta como ésta primera del cuestionario tiene elementos adicionales que por sí sola no bastaría para responderla. Está preparado el conjunto de la sociedad para abordar la problemática de las tecnologías y las insalvables brechas del momento, y la respuesta reside en qué tan dispuesta esté la academia, las políticas estatales respecto de masificación del fenómeno y de pronto cada uno de nosotros frente a éstos retos.

La segunda pregunta del cuestionario considera al Internet como espacio público en Colombia, y revisando las respuestas surge de nuevo el reiterativo señalamiento de la cobertura. La pregunta es interesante en la medida que hablamos de una sociedad fracturada, donde el pensamiento antagónico siempre es visto como peligroso, permitiendo al grafitero decir con certeza: “Pienso luego desaparezco”. Sin embargo la pregunta trasciende por sí sola el aspecto exclusivo de la cobertura y señala las posibilidades de la red para crear y generar opinión pública independiente, más allá de la corriente pública institucional representada en unos medios controlados en muchos casos por el mismo poder económico o plegado al poder del estado. Sin embargo, ésta corriente independiente puede caer fácilmente en manos de un club exclusivo que cuente con los medios tanto físicos como intelectuales para crear otras corrientes de opinión por fuera de las ya establecidas por la prensa escrita, radial o televisiva.

Alejandro Duque señala que los medios masivos de comunicación anestesian toda capacidad de argumentar, criticar y discutir, pero en este caso particular preferiría ir un poco más lejos y señalar que el estado de guerra interna con actores como la guerrilla, el paramilitarismo y fuerzas estatales que no se pliegan al respeto de los derechos humanos, son antídotos soterrados y efectivos que neutralizan a la producción crítica porque su pensamiento es defendido desde la discusión civilizada y no mediante el poder de las armas. Pero claro, no por ello se debe pasar por alto la enorme posibilidad que ofrece la red para construir opinión y espacio público. Ésta forma de reflexión – como dice Mauricio Arango – ha faltado en la arena pública de nuestro país y es interesante cuando la gente se tiene que sentar a pensar por unos minutos y escribir sus opiniones.

La tercera pregunta es bastante sugestiva. Aparentemente es un tema de ciencia ficción y pocos artistas respondieron y quienes lo hicieron fue con prevención y sorpresa ante ésta posibilidad que abre la red. Con más de veinte artistas que respondieron el cuestionario, sólo seis le dieron una consideración importante a ésta pregunta, todos con prevención excepto uno. Santiago Ortiz rechaza esta eventualidad de entrada, señalando que al separar cuerpo y mente estámos separando naturaleza y cultura, entronizando la obsolescencia del cuerpo para la cultura. No creo que el cuerpo desaparezca, lo que desaparece es una forma de cuerpo con la opción de crear otros organismos, artificiales o nó, depende de la cultura que los aloje ó la que éstos neo cuerpos ayuden a construir.

En la respuesta del colectivo Slow aparecen dos afirmaciones; de una parte considera la imposibilidad física de ésta hipótesis por decirlo de alguna manera, pero de otra parte asevera que éstas mediaciones operan como coyotes, conectando de un modo poco común el cuerpo, la mente y la realidad.

Quien da una respuesta interesante en éste caso es Juan Ospina González, conocido también como Piter Wilson. En la mente de ésta artista la descorporeización cumple un papel que le permite reconfigurar la geografía, la cultura local, la apariencia física y los prejuicios propios como extraños.

La web 2.0 se puede definir básicamente por el desarrollo participativo que le brinda al usuario la modalidad de colgar fotos, videos y discursos en el espacio público de la red con una sorprendente facilidad. Web 2.0 es participación, mediante la dinamización de redes sociales que la convierten en una plataforma de base de datos, que permiten al usuario añadir, alterar o eliminar información personal.

Las preguntas 4 y 5 mantienen una clara simetría y se refiere al papel del artista colombiano en el naciente mundo del web 2.0, donde el dilema surge entre ¿Producir o consumir?

Dado ese carácter de seductora participación, consumo y producción se transforman en una autopista de doble vía, disponible para el variado gusto del visitante, activo o pasivo. Será entonces – como dice A. Duque – tarea de los programadores y los artistas de lo simbólico apropiársela.

Finalmente el código como lenguaje artístico y su manera de traducir este concepto en Colombia cierra el ciclo de preguntas.

Voy a escribir dos párrafos a partir de lo que todos los artistas respondieron a ésta pregunta:

No es necesario traducir, basta con mostrar y ver a quién le interesa y para ello se debe proyectar hacia fuera textos como los de Juan Reyes respecto a la proximidad entre los hackers (piratas informáticos) y los artistas; tal vez lo más importante sea liberar un poco las mentes de los programadores de las taras de producción que la academia y la industria les impone y la única forma de “traducir” este concepto es a través de canales educativos, charlas, conferencias académicas, programas académicos, exhibiciones, etc. Con exposiciones como artenlared.org, con iniciativas educativas en escuelas y universidades que puedan generar trabajo interdisciplinario entre las ciencias y las artes, se robustece el concepto del código.

El código es algo más semiótico y significante que algo meramente funcional, minimalista y transparente que desaparece detrás de un producto cualquiera. Así como puede ser entendido como un tipo de poesía, el código hay que verlo también como una serie de comandos que otorgan instrucciones a una máquina, es la manera íntima de aproximarse a las máquinas, que busca moldear su comportamiento siguiendo un deseo personal. Obviamente, hay múltiples maneras de escribir un mismo comando, maneras que los programadores llaman “elegantes” (mayor eficiencia con menos líneas/instrucciones). Desde ese punto se podría considerar que mientras más elegante el código, más artístico será, ¿pero para quién? La belleza del código está en que aunque constituye un lenguaje abstracto al momento de “decodificarse ó compilarse”, su resultado final es una entidad que puede reaccionar al interactuar con ella. Es por lo tanto un medio, es el sonido, el óleo, el cuerpo y el material para trabajar. El código es arte más allá de las fronteras de una nación. No pertenece a nadie y es de todos.

Colorario

Es claro que las tecnologías digitales han puesto sobre el stand de ofertas unos novedosos recursos en cuanto a producción y distribución de contenidos se refiere e igualmente redefinen la recepción y creación de conocimiento. La Universidad - por ejemplo – verá en muy poco tiempo unas inesperadas competencias privadas por arrebatarle su papel tradicional en la estructura educativa y como éstas, diferentes actividades irán cambiando, permeadas por una lógica de intereses estratégicos de economía y mercadotecnia digital. Debo confesar que no fue tarea fácil emprender éste ejercicio de piratería crítica. Lo que mas me sorprendió es la inversión de categorías y relaciones perceptuales que la obra en la red pone sobre el tejido sensible del espectador, y en el caso de aquel que quiere trascender el papel de simple espectador y emitir algún tipo de juicios, crítica o valoración de éstos contenidos sensibles la dificultad se amplía al confrontarse con un lenguaje de códigos informáticos. Espero que los agentes institucionales se muevan a nivel transdisciplinario, de distribución y colaboración para que esa promesa de la tecno cultura no se convierta en otra consabida debilidad propia de la condición emergente. Para el caso de la comunidad artística es de especial oportunidad pragmática apropiarse de unos medios con una profunda capacidad de comunicación y transformación a una escala insospechada, con un valor agregado de bajos costos, pero igualmente revestidos por una distancia que provoca en muchas ocasiones rechazo. Ojalá no terminemos recitando ese viejo aforismo clásico del ingenio Colombiano: “la tecnología nos atropella”. Resulta ineludible recordar esa tercera pregunta de JD relativa a la separación entre mente y cuerpo extrapolándola al organismo social. Es deseable que éstas tecnologías no dramaticen sino acorten y abrevien las terribles diferencias y contradicciones que persiguen nuestro destino como nación, frente a nosotros mismos y el conjunto de unas sociedades pretenciosamente globalizadas. Para la mente inquieta, madurada en la certeza de que los juegos y roles que propone la imaginación son vergonzosamente intraducibles en el cuerpo físico que la habita, internet es y será la ventana indiscreta por donde filtrar esa otra mirada aguda que posee el ojo y el espíritu del artista.

Gina Panzarowsky

[1] El ojo y el espíritu. Maurice Merleau-Ponty. Editorial Paidos. 1ª edición. 1977. Pág. 9.
[2] El ojo y el espíritu. Maurice Merleau-Ponty. Editorial Paidos. 1ª edición. 1977. Pág. 12.

No hay comentarios.: