viernes, diciembre 25, 2009

Sobre Doris Salcedo y las grietas de Unilever

Las corresponsalías enviadas por Carlos Salazar apuntan con claridad a desenmascarar esas críticas relaciones que establecen algunos artistas “comprometidos” con el establecimiento corporativo, lavando su imagen por medio de mecenazgos que utilizan a la perfección el nicho cultural con la falsa promesa de la redención simbólica en su imagen corporativa.

El silencio de la respetadísima “Doris Salcedo” sirve con elocuencia para evitar dar respuestas sobre lo ética que es una acción de su tipo con un sponsor poco ético. Pero su inteligencia es lo suficientemente aguda como para responder que al emplear el dinero del verdugo algo se puede hacer por las víctimas, en una vitrina que no redime a nadie, excepto la brillante hoja de vida del artista, que como una espiral, asciende en el firmamento enarbolando la bandera espectacular de los derrotados.

Estas relaciones entre el arte y la política son un viejo debate que los artistas confrontan cíclicamente, cuando en épocas puntuales las olas sociales se agitan como mar de leva, sacudiendo las delicadas fibras del tejido humano horrorizado ante lo absurdo de la guerra.

El simposio organizado por Daros – Latinoamérica en Zurich en enero de 2005, que giró en torno a la situación social, política y artística de Colombia, contó con la participación de Doris Salcedo, donde puntualizó: “Yo soy una artista política que trabaja desde el tercer mundo, que ve la vida desde el tercer mundo… me interesa analizar el poder y cómo aquellos que detentan el poder manipulan la vida… ”

La concepción del trabajo político al interior de las mercancías sensibles puede ser objeto de respuesta desde la subjetividad, ya que las formas para canalizar estas energías pertenecen a instancias que no tienen correspondencia con ningún espacio de política real.

Una estrategia de la política contemporánea – como forma de autovalidación - consiste en los permanentes sondeos de opinión para medir los índices de favorabilidad o rechazo a iniciativas por parte del sujeto político. La política real es un agente tangible, medible y en algunos casos un objeto científicamente demostrable en términos estadísticos. La política es tratada como una mercancía más de la canasta de productos sociales, con enorme capacidad de afectación sobre amplias capas de la población civil. Cuando el arte ingresa con discreción en las disciplinas ajenas a su propia órbita de acción, se convierte en sujeto que puede observarse a partir de las mismas reglas de verificación que establecen estos nuevos espacios conquistados para la acción artística.
Continuando con la declaración de Salcedo como “Artista Política” es importante señalar que para ubicar en ese espectro su discurso, se debe mirar el componente que demuestra tal situación. Existen tres posibilidades para afirmar tal cosa: 1. El origen del discurso tiene una inspiración afirmativamente político. 2. El contenido de su producción sensible es político. 3. El “target” poblacional al que va dirigido el mensaje tiene como objetivo generar política. Con esto me refiero a las acciones públicas que se traducen en formas de poder fáctico que afectan el curso del statu quo.

Es claro entonces que la primera situación se cumple, pero ninguna de las dos siguientes se patentiza en el cuerpo experimental de su trabajo, desafiando la posibilidad de que estemos ante una artista política. Se puede tomar como ejemplo la intervención plástica sobre la fachada del Palacio de Justicia en Bogotá, el 6 y 7 de noviembre de 2002, en un proceso que la artista califica como “efímero” se descolgaron sillas por la fachada de este edficio guardando una relación temporal con los momentos exactos en que murieron algunas de las víctimas del palacio durante la toma guerrillera. De nuevo cito a la artista: “Yo quería hacer una obra en la que no estaba narrando absolutamente nada, la obra ocurría en la memoria de las personas que pasaban por ahí y querían enfrentarse a ella. Yo quería proponer una imagen que estuviera en la intersección entre el deseo de recordar y el impulso de olvidar”. Al desaparecer la historia de los hechos, al negar contar lo sucedido, prevalece un aspecto opaco en la memoria del espectador que bordea en los límites de lo poético sin que el aditivo psicológico del olvido y el recuerdo sean posibles de ser activados en la psique del agente observador. Pienso que aquí prevalece el aspecto formal del espectáculo cuando caen unas sillas por la fachada del edificio de la Justicia, sin que la conexión entre pérdida y memoria sea evidente.

Se da entonces un axioma entre génesis y contenido del discurso, por medio de la irreparable distancia que se genera en casos puntuales entre política y poética. Mientras que la fuente es una de las innumerables tragedias de la realidad social y política, su contenido se desarrolla en un perímetro discursivo que sólo es comprensible mediante los artilugios de la poesía.

A partir de ese momento el componente político empieza a desaparecer, para confundirse con sensibilidad y perfecta disposición perceptual al capturar los intereses algo oscuros de la artista. El aspecto trascendente que pretende cubrir el discurso dirige las fuerzas de los contenidos hacia terrenos fértiles para que la obra se singularice de tal modo, que pierde contacto con el grueso del espectro poblacional y ahí inicia un recorrido que la hace desaparecer políticamente.

El arte como agente publicitario es un agente mínimo. Existe una frase común en los publicistas de la imagen: “Si nadie lo ve, no existe”. Los modelos de la economía de mercado, de la oferta y la demanda, de medición de índices de aceptación, etc., son modelos que el arte considera reaccionarios. La industria de la cultura ha incorporado estos modelos dejando retazos de producción por fuera de los circuitos que controla. Esos segmentos se presentan fragmentados, donde el valor de lo que circula permanece solo para expertos, por lo tanto con bajas audiencias que generan resistencia por parte de los inversionistas en bienes culturales. Paradójicamente el arte siempre acarició un ideal romántico por transformar el mundo pero difícilmente los valores de su producción alcanzan para una especie de auto abastecimiento, donde esos cuerpos poblacionales, incrustados en los estratos altos de la espiritualidad, encuentran el abrevadero que les permite vivir.

Gina Panzarowsky

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